Noemí Pereda «El bullying es el menor de los problemas. La mayoría de formas de violencia vienen de un adulto hacia un niño»
El Grupo de Investigación de Victimización Infantil y Adolescente (GReVIA) de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona lucha por la defensa de los derechos de los niños y adolescentes a través de un equipo multidisciplinario formado por psicólogas, criminólogas y profesionales del mundo de la educación.
¿Qué es el GReVIA?
Es un grupo de investigación centrado básicamente en la violencia hacia los niños, en todas sus vertientes, desde una metodología científica. Tenemos detrás el modelo teórico del Dr. David Finkelhor sobre la victimología del desarrollo, que dice que a lo largo del desarrollo de un niño se pueden producir formas de victimización diferentes que tienen efectos diferentes y respecto a las cuales debemos intervenir de manera diferente. La teoría del Dr. Finkelhor es que la mayoría de víctimas sufren múltiples eventos de violencia y que la polivictimización es lo que conduce realmente a una psicopatología.
En la sociedad existe la falsa creencia de que la violencia más frecuente es la violencia entre niños. Y el bullying, o acoso escolar, es el menor de los problemas. La mayoría de formas de victimización vienen de un adulto hacia un niño. Pero esto es tan duro de asumir que socialmente es más fácil hablar de niños que se pegan. Pues no. La mayoría de casos de violencia son de un adulto que se aprovecha de una relación de confianza para hacer daño a un niño.
¿En qué tipo de proyectos colaboran?
Trabajamos en diferentes proyectos. Uno es sobre los casos de abusos sexuales por parte de miembros representantes de la Iglesia católica, que será el primer estudio que se hará en España sobre este tema. Y estamos trabajando también en otro proyecto que nos pidió el Observatorio del Estudiante de la UB para estudiar la victimización que han sufrido nuestros estudiantes. Por otra parte, siempre tenemos también proyectos con ONGs como Save the Children, por ejemplo, con la que acabamos de publicar un informe sobre violencia viral. Estamos pendientes de que el Ministerio de Asuntos Sociales nos subvencione un estudio de ámbito estatal, que intentaremos que se haga cada dos años, para estudiar las variaciones en la violencia. Sería muy interesante tener datos de esta evolución, ya que en España no se ha hecho nunca.
También hacemos acciones formativas. La Generalitat nos contrató para que formáramos un técnico de cada centro de acogida de Catalunya para que pudieran detectar casos de violencia y notificarlas. Y asesoramos a ONGs, al Síndic de Greuges [el defensor del Pueblo de Catalunya], al Parlamento de Catalunya sobre esta materia.
Cuando haces una investigación con menores de edad hay temas de confidencialidad y de anonimato muy complicados. Los datos son confidenciales, pero nunca pueden ser anónimos, porque, si detectamos una situación de riesgo de un niño, el interés del niño está por encima de los intereses de la investigación. Esto nos ha llevado a hacer una guía sobre la ética de la investigación con niños víctimas de violencia, para que la gente sepa qué debe hacer ante cada situación. Nosotros hemos escrito la guía, y la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil (FAPMI) se ha encargado de maquetarla.
¿Cómo afecta la violencia a los niños a lo largo de su vida?
El problema de la violencia en la infancia es que se rompen tres grandes pilares del desarrollo infantil: la confianza en uno mismo, la confianza en los demás y la confianza en el futuro. Lo que se ha visto es que estas tres grandes confianzas que necesitamos para desarrollarnos adecuadamente quedan destruidas, y cuanto más dure la victimización, peor. En la mayoría de casos la violencia es intrafamiliar, nadie lo detecta, y la situación dura años. Los niños crecen con muchas carencias, y se ha visto que esto va asociado a muchos problemas psicológicos en la edad adulta. Pero es que, además, a nivel neurobiológico, se ha visto que estos niños tienen el sistema de enfrentamiento al estrés (un sistema que cuando hay una amenaza se activa) hiperactivado. A un niño que está en una situación de violencia dentro del hogar, sólo entrar en casa se le activa el sistema de enfrentamiento al estrés. Esta hiperactivación significa que toda aquella adrenalina que segregamos cuando estamos bajo amenaza, ellos la están segregando todo el día, cada día. Y eso acaba dañando no sólo estructuras cerebrales vinculadas con trastornos mentales graves como la depresión, la ansiedad…, sino también estructuras relacionadas, por ejemplo, con el aprendizaje. No se entendía por qué los niños maltratados estudiaban tan mal, sacaban notas tan bajas, no tenían un futuro profesional… Se ha empezado a ver que no pueden ser buenos estudiantes porque realmente sufren un daño a nivel neuroanatómico en zonas del cerebro. Los efectos afectan a todas las áreas del desarrollo, y dependen un poco de la vulnerabilidad individual: hay niños que tienen más vulnerabilidad a los trastornos psicóticos, otros que tienen más vulnerabilidad al abuso de sustancias, a la depresión y la ansiedad, etc. Lo que está claro es que es un factor de riesgo que explica un porcentaje altísimo de psicopatologías en adultos, y no somos lo bastante conscientes de ello. La violencia contra los niños es muy frecuente, tiene unos efectos devastadores en su desarrollo, y no se está investigando lo suficiente.
¿Durante los últimos años, la violencia ha aumentado o ha disminuido?
Depende de la tipología de violencia de que estemos hablando. En general, sin embargo, debería estar disminuyendo, porque hay más sensibilización social. La violencia electrónica ha aumentado, porque antes no se hacía uso de las nuevas tecnologías, y hasta que no hagamos una intervención educativa en este sentido seguirá situándose en el mismo porcentaje. El abuso sexual sigue en el mismo porcentaje desde la década de 1970. Se dice que uno de cada cinco niños sufre violencia sexual en toda Europa. Comparando estudios a lo largo de los años parece que no se ha incrementado, pero tampoco ha disminuido. Hasta que estas formas de victimización como el abuso sexual, que es el tabú principal, no salgan a la luz y la gente no lo vea como un problema grave en el que se puede intervenir con programas de intervención, seguiremos teniendo el mismo porcentaje.
¿Qué debemos hacer para hacerle frente?
Uno de los problemas, y aquí soy muy crítica con nuestra universidad, es que no hay formación respecto a la victimización infantil en carreras tan importantes como Psicología o Medicina. ¿Cómo es posible que yo, que soy experta en este ámbito, sólo haga clases en Criminología? Estamos hablando de detección, de prevención, de aspectos clínicos y sociales… A partir del momento en que tuviéramos profesionales formados, podríamos hacer campañas de sensibilización social. Está muy bien que los niños conozcan sus derechos y que sepan qué pueden decir, pero al final esto depende de un adulto. Así que formamos a los padres y formamos a los profesionales.
Hay autores que hablan de una cierta autoprotección por parte de los adultos: el adultocentrismo. Todos los recursos e investigaciones van a la violencia contra los adultos de mediana edad, cuando en realidad hay mucha más violencia hacia los niños que entre adultos. Pero claro, ¿en qué posición nos deja como sociedad que maltratemos nuestros miembros más vulnerables?
¿Qué importancia tiene la transferencia de conocimiento?
Cuando comenzamos nuestra prioridad era salir en revistas de alto impacto. Vimos, sin embargo –y pienso que es muy importante–, que los investigadores del ámbito social debemos tener una doble carrera: por un lado, hay la vertiente científica de alto nivel, con publicaciones en revistas que den relevancia en investigación, y por otro lado hay una parte de divulgación a nivel social, con informes que estén colgados en Internet, haciendo acciones formativas para profesionales, etc. Porque si no la investigación no llega a la sociedad. Trabajar en esta doble vertiente, con esta doble perspectiva, es duro, pero a nosotros nos gusta mucho la perspectiva esta de devolver de alguna manera a la sociedad todo lo que nos da en forma de becas y ayudas.
Más sobre Noemí Pereda
¿Cuál es el mejor descubrimiento de la historia?
Cualquier descubrimiento de Marie Curie, dado que fue la primera mujer que recibió un premio Nobel (de hecho, recibió dos), lo que supuso el inicio de la aceptación de las mujeres en la ciencia.
¿Qué le gustaría ver en el futuro?
Me gustaría ver que los derechos de los niños tienen la misma importancia que los derechos de los adultos.
¿Cuál es el avance que más miedo le da?
Hay una línea de estudio dentro de mi ámbito que me da miedo: la línea vinculada a las consecuencias neurobiológicas. Me preocupa que se pueda llegar a pensar que ya no hay nada que hacer con los niños maltratados porque tienen un daño estructural en el cerebro. Si hacemos esto estamos cometiendo un error muy grave, porque el potencial del individuo es enorme. Hay muchos autores que dicen que la victimización es un motor de desarrollo. El mejor ejemplo es el de Joan Miró, que fue un niño maltratado por sus padres, o el de Madonna o Lady Gaga, que sufrieron abusos sexuales y han podido hacer grandes cosas después.
La FBG es…
…una ayuda imprescindible para los investigadores. Pienso que un investigador debería poder tener tiempo para investigar, para buscar proyectos… pero a veces se nos pide que hagamos muchas cosas burocráticas para las que no estamos preparados. La FBG asume todas estas responsabilidades, que en el fondo a nosotros no nos tocaría hacer si estuviéramos en un país donde la investigación fuera más relevante. Para mí y para nosotros como grupo la FBG es fundamental, porque nos facilita mucho el trabajo.