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Núria Serrat «La gente tiene muchas ganas de ir a los museos, pero también quiere vivir nuevos formatos y experiencias de visita»

La Dra. Núria Serrat, de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona, ​​ha sido galardonada con el premio Antoni Caparrós al mejor proyecto de transferencia de conocimiento. La iniciativa, desarrollada en colaboración con la empresa Adhoc Cultura –dirigida por Pep Marès–, ha permitido diseñar un proceso colaborativo para crear los planes educativos de diversos museos de Catalunya, como los Museos de Olot, el Museo del Empordà, el Museo de L’Hospitalet, el Museo de Arqueología de Catalunya, el Museo del Ferrocarril de Catalunya o el Museo de Arte de Girona.

¿De qué trata el proyecto galardonado?

Este proyecto tiene por objetivo poner en marcha un proceso participativo para que los museos elaboren sus proyectos educativos de una forma diferente. La idea es que diferentes agentes sociales intervengan en el diseño inicial del proyecto teniendo en cuenta lo que necesitan, cómo les gusta participar en un museo, qué expectativas tienen, etc., y que esto, después, se pueda traducir en un documento que al museo le sirva para tomar decisiones sobre cómo quiere su proyecto educativo. Esta recogida de información parte, pues, del modelo de innovación de la ‘cuádruple hélice’, que tiene en cuenta, al menos, cuatro puntos de vista: el de la universidad, el del mundo empresarial, el de los agentes sociales y el de la Administración, que en este caso está representada por los museos.

¿Quién forma parte del proceso participativo?

A partir de la experiencia que hemos ido acumulando, compartimos con los museos cuáles serían los grupos de interés susceptibles de ser pedidos o preguntados, pero después los museos también nos dicen si quieren que participe algún grupo en concreto. Los más frecuentes son los profesionales del propio museo, personas representativas del ámbito educativo (centros de adultos y de formación profesional, escuelas de primaria, centros de secundaria y de bachillerato…), familias (AMPA), gente del mundo empresarial y asociativo, y también siempre sugerimos que haya un grupo de “no-público”, es decir, de personas que nunca han ido a los museos y que no encuentran ningún interés en ellos. ¿Por qué? Pues porque queremos saber por qué no van y ver cómo el museo podría convertirse en un espacio de encuentro para estas personas. Entonces establecemos una dinámica con cada grupo, recogemos toda la información de todos los grupos, la triangulamos y, a partir de ahí, elaboramos el documento. A pesar de la diversidad de los distintos grupos, hay conceptos que se repiten. Y esto nos viene a decir que ese tema preocupa y que interesa y que por eso puede ser relevante que el museo lo trabaje desde algún punto de vista. Por ejemplo, en las dinámicas con niños y jóvenes, que hacemos con Lego, las aportaciones que aparecen son preciosas, y la mayoría muy sensatas.

¿Por qué es tan importante que participen todos estos actores?

El hecho de que participen estas personas hace que se sientan partícipes del proyecto y, al final, esto no deja de ser un elemento más de identidad para la gente.

Este proyecto parte de una conversación que mantuvimos con el director de la empresa Adhoc Cultura: queríamos que las personas pudieran participar de los proyectos educativos de los museos desde el inicio. A nosotros, como universidad, y a ellos, como empresa, nos llegaban peticiones de proyectos muy parecidos, y la idea era intentar realizar propuestas educativas más ajustadas a lo que la gente tiene ganas de vivir y compartir con los museos. Creo que hemos superado la fase de la consultoría externa que dice cómo hacer las cosas, pero para poner en marcha un proceso así son necesarios museos y equipos directivos que se arriesguen con una mirada diferente. En este sentido, agradezco muchísimo la osadía de los museos que han participado en este proyecto, porque realmente no conocían los resultados finales de estos procesos participativos, pero sí tenían muchas ganas de escuchar activamente. Valoro mucho el atrevimiento de estos museos, porque no todos están dispuestos a realizar este cambio de chip.

¿Cuáles son los problemas actuales de los museos?

Yo detecto que después de la covid hay muchas ganas de hacer cosas nuevas. Pero uno de los principales problemas es el de los recursos. Y no necesariamente económicos, sino de tener tiempo. Los museos tienen muchos frentes: conservación, educación, parte social, investigación… y son muy poca gente para hacer de todo. De todas formas, imaginémonos que los museos tienen todos los recursos del mundo. Yo creo que aún así habría otro obstáculo: el de atreverse, de pasar a la acción, de arriesgar con proyectos, públicos, formatos diferentes. Pero es que, si no lo hacen, se quedarán siempre igual. O irán hacia atrás, que aún es peor. Porque muchas personas tienen muchas ganas de ir a los museos, pero también buscan otros formatos de ocio, teniendo en cuenta cómo otros sectores captan su atención, sus recursos y su tiempo.

¿Qué ha supuesto recibir este premio?

Por un lado, ha supuesto un reconocimiento de nuestro trabajo, señal de que no íbamos mal y que, por tanto, hacer las cosas de otro modo puede tener su reconocimiento también en términos de investigación. Y, por otra parte, hace poco hemos hecho un hackatón sobre cómo hacer que los jóvenes participen más de los museos. Reunimos a seis museos, una treintena de jóvenes y seis mentores. Para poder hacerlo tuvimos que invertir un dinero que ahora gracias al premio recuperaremos. Y, finalmente, pensábamos en cuál sería la siguiente fase del proyecto, y esto nos ha reforzado la idea de consolidarlo y de volver a la carga.

¿Cuál es la importancia de la transferencia de conocimiento?

Creo que la universidad por sí sola no sirve si no tiene una vocación de detectar necesidades del territorio o de un colectivo para intentar, modestamente, darles respuestas. Yo llevo haciendo transferencia, con mayor o menor acierto, desde 1999, y no concibo la universidad de otra manera. Quizá sea porque soy una persona a la que le gusta mucho pisar terreno. La transferencia es imprescindible, y en las universidades pensamos proyectos que debemos partir y revertir en contextos reales. Para mí, la pata de la transferencia es básica, es la que explica muy buena parte de la universidad.

 

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¿Qué le gustaría ver en un futuro?

Demasiadas cosas. Me gustaría ver procesos participativos más tangibles en todas las instituciones (administraciones, universidad, etc.). Pero claro, ¡también me gustaría teletransportarme! O, quién sabe, que se cree un chip que te permita hablar todos los idiomas del mundo. Pero, sobre todo, que todo esté al servicio de las personas.

La FBG es…

…un posibilitador y al mismo tiempo un acelerador que me ha ayudado a entender que la conexión con la realidad de fuera de la universidad no sólo es posible, sino que además no debe ser tan complicada. La FBG hace posible los proyectos que tienes en la cabeza y que no sabes cómo operativizar a todos los niveles, incluso a nivel legal. Tengo vínculos con la FBG desde hace mucho tiempo, y a mí me ha ayudado mucho.

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