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Antonio Juárez «Tenemos los mismos antibióticos que hace décadas, y esto ha hecho que las bacterias hayan desarrollado resistencia»

Hace treinta años que el Dr. Antonio Juárez firmó su primer contrato de transferencia de conocimiento, y desde entonces no ha dejado de colaborar con empresas e instituciones del ámbito de la microbiología. Ahora su grupo de investigación quiere combatir la resistencia a los antibióticos de algunas bacterias a través de una vacuna.

¿En qué trabaja el grupo de investigación?

Dentro del ámbito de la microbiología, en el grupo de investigación trabajamos en la genética bacteriana y en la microbiología molecular. Básicamente se trata de estudiar el funcionamiento de las células bacterianas en función de su DNA. Nosotros estudiamos la Escherichia coli y las bacterias relacionadas, que son las enterobacterias, y que están asociadas a infecciones. Estos tipos de microbios producen principalmente dos tipos de infecciones: una asociada al origen alimentario (como por ejemplo fue la crisis de los pepinos españoles en Alemania) y otras que están asociadas a las infecciones nosocomiales o infecciones hospitalarias. Los individuos sanos, que no están inmunodeprimidos, no son candidatos a padecer este tipo de infecciones de manera habitual, pero en los hospitales todas las personas que han sido sometidas a una intervención quirúrgica, que están inmunodeprimidas, etc., son más susceptibles de sufrir estos tipos de infecciones, y si además la infección la produce una bacteria que es multirresistente, entonces hay dificultades para hacer el tratamiento. Hoy en día todo este grupo de microorganismos tiene un gran interés clínico por la problemática de la resistencia a los antibióticos.

¿Existe en la actualidad más resistencia a los antibióticos que antes?

Hace decenios que se van desarrollando distintos tipos de antibióticos. El problema es que si un antibiótico es efectivo y cura una enfermedad, la inversión previa que se ha realizado para desarrollar nuevos antibióticos tiene poca rentabilidad económica. En cambio, los medicamentos para enfermedades crónicas dan muchos más beneficios. Desde hace ya bastantes años se ha invertido poco en el desarrollo de nuevos antibióticos. Y claro, si tenemos los mismos antibióticos que hace décadas, por pura evolución las bacterias generan variantes resistentes a los antibióticos. Esto hace que llegue un momento en el que, ante muchas infecciones, la batería de antibióticos que puedes utilizar ya no sea efectiva.

La base de la resistencia a los antibióticos radica en una propiedad que tienen los microbios. Todos nosotros recibimos nuestros genes de nuestros padres; en cambio los microbios, además de recibir los genes de sus ancestros, también pueden transferirse genes de una célula a otra por el simple contacto. De este modo se esparce muy rápidamente un grupo de genes, entre los que se encuentran los responsables de la resistencia a los antibióticos. Nosotros proponemos desarrollar vacunas, pero no contra microbios concretos, sino contra microbios que lleven una resistencia determinada a los antibióticos.

En relación con ello han hecho una patente

Sí. El objetivo de una vacuna todo el mundo sabe cuál es: intentar que el sistema inmunitario de un individuo reconozca una molécula como extraña y desarrolle un mecanismo de defensa. El concepto que nosotros hemos introducido en este proyecto es que la vacuna no la dirigimos contra una proteína o una molécula de un microbio determinado, sino contra una molécula que producen las bacterias que han generado resistencia a los antibióticos. Acompañando al gen de resistencia se produce una proteína que puede ser reconocida por el sistema inmunitario. Nosotros hemos identificado una de estas proteínas, imprescindible para que se transfieran los genes de resistencia, y lo que intentamos es demostrar que puede ser un componente vacunal. En este caso no luchamos contra un tipo de microbio determinado, sino contra cualquier microbio que haya recibido los genes de resistencia que incluyen la producción de esta proteína.

Si inmunizamos a la población contra esta proteína, de alguna manera la estaremos inmunizando no contra un tipo de bacteria, sino contra muchos tipos de bacterias que puedan llevar multirresistencia a los antibióticos. Ésta es la innovación, es un plus que no tienen otras vacunas.

¿En qué momento se encuentra el descubrimiento?

Ahora estamos haciendo experimentos con ratones para intentar vacunarlos con esta proteína y demostrar la eficacia de la vacuna. Después de los ensayos in vivo con animales de experimentación, la idea es hablar con el entorno clínico, explicarles los resultados que hemos obtenido y plantear la posibilidad de hacer experimentos en humanos. Esto, en realidad, no es algo muy lejano en el tiempo. Es mucho más fácil aplicar una vacuna que una nueva molécula farmacéutica, que requiere muchos años de experimentación. En este caso se trata de una proteína estándar que no tiene por qué tener ningún efecto tóxico. Tenemos que demostrar que el organismo responde y sintetizar anticuerpos contra la proteína. En unos meses esperamos tener los resultados.

¿Cuál sería el uso de la vacuna?

Un reservorio de bacterias multirresistentes es el ganado. Por lo tanto, si demostramos que esta vacuna es efectiva y la pudiéramos implementar, por ejemplo, en los pollos o los cerdos, podríamos restringir la diseminación de bacterias resistentes también en este entorno. Esto disminuiría la diseminación de la multirresistencia tanto en el entorno clínico como en el entorno humano. La idea es que la vacuna tenga una aplicación veterinaria y también una aplicación clínica con poblaciones de riesgo y en el ámbito hospitalario, facilitando anticuerpos monoclonales contra esta proteína que permitiera hacer inmunoterapia en el caso de enfermos que están sufriendo infecciones graves causadas por microorganismos multirresistentes que expresan la proteína que hemos identificado.

Lleva desde 1989 haciendo transferencia de conocimiento; ¿cómo ha cambiado la transferencia durante todos estos años?

Evidentemente en 1989 había mucho que hacer en el ámbito de la transferencia, y en el año 2019 todavía queda mucho por hacer, aunque se ha avanzado mucho, ciertamente. Hoy en día las OTRIs son entidades muy activas potenciando la transferencia, pero todavía hay mucha distancia entre las necesidades de las empresas y el know how de los investigadores. Y ese es el camino que queda por recorrer. Hay algunas empresas que han generado una cultura de contacto con los investigadores, pero hay muchas otras empresas que acuden a la universidad o a centros de investigación exclusivamente cuando tienen una urgencia tecnológica.

¿Cuál es la importancia de la transferencia de conocimiento?

Si yo tuve el primer contacto con la transferencia de conocimiento en 1989 y sigo en ello ahora, eso quiere decir que ésta es una cuestión en la que he creído siempre. A nivel de grupo de investigación, en momentos complicados de financiación pública de la investigación como lo han sido los últimos años, la transferencia de conocimiento ha representado para nosotros una fuente de ingresos muy importante para poder pagar las nóminas de los investigadores asociados al grupo de investigación. Al margen de los beneficios económicos, y de cara a la propia misión del investigador y de los centros de investigación públicos, pienso que es esencial demostrar a la sociedad que no sólo hacemos investigación básica, sino que también somos capaces de solucionar problemas reales de la sociedad y de las empresas.

 

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